El guardián de los sueños
Me levanto y me voy
Víctor Fernández 27/01/2022 |
Los periodos de convalecencia te enriquecen. Calma, no les soltaré otro ladrillazo sobre ese término tan progre, de moda y pastoso como la "resilencia". Te enriquecen literalmente, porque durante tres o cuatro días tu mundo se reduce a la cama y a las lecturas. La última recaída me ha acercado a un genio, desconocido para muchos, como Mauricio Wiesenthal, el último gran bohemio de la literatura de la vieja Europa. Su amor por la vida es asombroso, deslumbrante, absorbente. Sus textos son un despliegue de disfrute y vitalidad. "Caminar no es lo difícil, sino que en lo difícil está el camino", leo a este discípulo de Stefan Zweig. Y mientras la radio me anunciaba de fondo el último gesto de fe y esperanza de Monchi, subrayaba estas líneas del maestro Wiesenthal: "Juguemos a vivir, porque éste es el único y verdadero combate de curación y de salud. Si no aprendemos a reaccionar en medio de la vorágine de la vida, tampoco sabremos nunca aceptar los otros juegos: la agonía en el combate, el vértigo que nos mantiene sobre la cuerda floja…". Exacto, este es el éxito por el que la historia del Sevilla recordará a Monchi: su insistencia en que los aficionados siempre tengan motivos para jugar a vivir. Los fichajes de Martial y Tecatito representan un despliegue de crédito y ambición. Monchi es el custodio de los sueños de los sevillistas.
Ahora le tocará convencer a los jugadores y a Lopetegui que se trata de seguir jugando a vivir sin tensiones, sin responsabilidades exageradas, con el convencimiento de sentirse poderosos, sin miedos... Sin miedo a la frustración. Sin miedo a no llegar a la orilla. Sin miedo a desplegar una sonrisilla en el pobre de espíritu cuyo único valor es esperar el tropiezo del prójimo. La llegada de Martial supone otro brindis por la grandeza más inalcanzable. ¿Por qué no puede ser el momento de vivir el vértigo?
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