Sumisión

Antonio Félix 20/12/2023

El debate sobre el estado del Betis no trajo mayor novedad que incidir en la principal cualidad que sigue definiendo, y lastrando, al gran club de Heliópolis: su mansedumbre, el conformismo, la sumisión. El beticismo continúa rindiéndose al primero que le pasa la mano por el lomo y tragando cualquier cuento que le rimen. Entre la realidad y la ficción, el bético toma siempre el camino de la literatura. No hay, en tal sentido, otro equipo tan quijotesco: Siempre de aventura en busca de magníficos adversarios y tesoros inmensos, y siempre estrellado en molinos de viento que giran, impenitentes, entre la desilusión y el realiento.
 
La caída a la Conference, o sea, fue utilizada en la Junta como argumento para explicar la grandeza actual del Betis, porque ahora sean esas cosas las que preocupan. No hay mentira que, a fuerza de repetirse, no consiga un millón de adeptos. En el Betis está haciendo fortuna lo bien que se está bajo el mando de don Haro y Catalán, el progreso indiscutible de este club bajo su hégira. Pero lo cierto es que, a poco que uno se detiene y piensa, eso resulta del todo discutible. Cabría preguntarse, de hecho, si ese Betis que heredaron hace siete años, después de la sangre, sudor y lágrimas que derramaron muchos otros, ha progresado tanto. ¿Económicamente? Desde luego que no, con esa monstruosa deuda que a duras penas logran controlar. ¿Deportivamente? Una Copa, nada en la Liga y presencias leves en Europa suponen un bagaje desde luego inferior al logrado en épocas por Lopera. ¿Institucionalmente?
 
El cierto sosiego social y la alegría de contar con un mago como Pellegrini parecieran razones suficientes para autoconvencer a los mandatarios de que merecen quedarse el club. No hubo, en la asamblea, mayor debate sobre una ampliación de capital que prosigue, se supone, a fuego lento y seguro. Ni siquiera las grandes expectativas en la venta de jugadores (¿es exagerado pensar que, en un futuro cercano, el Betis pudiera recaudar 100 millones por futbolistas como Diao, Chadi o Luiz Henrique?) se rebaten para frenar esa operación aparentemente tan mezquina. Es frente a peligros de tal intensidad cuando la prodigiosa mansedumbre bética se muestra en todo su esplendor. Haro a eso le llama 'el cariño de los béticos'.

Ese contento tan banal, esa satisfacción suavona, se extiende por el club como un magma hasta alcanzar al equipo. El Betis va bien, nos decimos. Y en eso que llega el Girona y nos obliga a reconsiderar si todo está del revés. Ese ensimismamiento, que tanto le lastra en los grandes momentos,  es la principal lacra que se le resiste a Pellegrini, y magnífica el simbolismo del duelo con el líder. Ganar es situarse en la mesa de quienes pretenden una plaza de Champions que, este curso, parece que irá hasta la quinta. Perder es liarte con el Getafe y Las Palmas en arenas movedizas, con el penoso Sevilla aún a la vista tras vitorear su claudicación.

Por cierto, ¿soy el único que vio a Isco borrarse indecorosamente para este partidazo? Ahi lo dejo.