La Liga de Naciones y la Tercera Guerra Mundial
Javier González-Cotta 14/10/2024 |
Para empezar, disculpen el merodeo más allá del fútbol. Cuando en Europa estalló la Gran Guerra, Franz Kafka anotó en su diario una entrada que aún no sabríamos decir si se trató de un brote autista o de un ejercicio de egolatría de quien permanecía por completo ajeno al mundo exterior. "Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar" (2 de agosto de 1914). No es por querer amargar la cena mientras escribo la presente, pero John Gray, autorizada voz del pesimismo (acaba de publicar ‘Los nuevos leviatanes’), sugiere que podríamos estar al borde de una Tercera Guerra Mundial. Quien dice Ucrania y guerra total en Oriente Próximo, dice también Taiwán si se tira del hilo de Estados Unidos y China.
Si alguien fuera italiano (pongamos que boloñés), si el psicólogo le hubiera recomendado escribir notas de un diario por salud mental y si hoy, en fin, quisiera ver el partido de la Liga de Naciones entre Italia e Israel, podría escribir algo parecido a lo siguiente: "Hoy Israel ha seguido apisonando Gaza y por el norte continúa la mancha de aceite de la guerra en El Líbano. Por la noche veré el partido de Italia con Israel a falta de un plan mejor. Por cierto, los ‘tortellini in brodo’ me han salido genial”. De 1914 a 2024 han pasado un siglo y diez años. Pero los diarios de Kafka y de nuestro boloñés de ficción no desentonan en absoluto.
La guerra en Oriente Próximo y los combates sin fin en el frente de Ucrania han creado como una capa de costumbre que afecta –y no afecta– al fútbol de la UEFA. Israel y Ucrania siguen compitiendo en la Liga de Naciones, aparentemente como si nada, pero han de disputar sus partidos fuera de su territorio por las circunstancias dadas. Israel ha perdido los cuatro partidos de su grupo (Italia, Francia y Bélgica). El último encuentro como falso anfitrión tuvo que disputarlo ante Francia en el exilio del Bozsik Arena de Budapest. Por su parte, los ucranianos, con su habitual y escénico homenaje a la bandera en el inicio de los partidos, deberán jugar contra la República Checa en el estadio polaco de Wroclaw o Breslavia (aquí se jugará la final de la Conference League en 2025, ese sueño ora alcanzable, ora distante para el seguidor verdiblanco que, pese a todo, siga creyendo en la aventura europea de su equipo).
Dicen que la Liga de Naciones no interesa demasiado y aburre hasta al género bovino. A mí no me lo parece. Sigo con interés a mis selecciones favoritas por razones a veces poco confesables, entre ellas Bosnia-Herzegovina (hace tiempo que su bastión en el estadio de Zenica dejó de serlo), pero sin olvido de Chipre (un partido ganado ante Lituania), Kosovo (va segunda en su grupo), Azerbaiyán (ha perdido sus cuatro encuentros hasta ahora), Armenia (en meritorio segundo puesto de su grupo), Bielorrusia (líder de su grupo para gozo de la apestada Rusia de Valery Karpin) o Macedonia del Norte (primera en su grupo para molestia supina de los macedonios griegos). Y todo ello sin citar, entre los periféricos pata negra, a Moldavia, enfrentada a Malta y a Andorra, o a la mismísima Gibraltar, emparejada con Liechtenstein y con San Marino (aún se recuerda su primera victoria en partido oficial contra la propia Liechtenstein el 4 de septiembre pasado).
A ser posible, si me lo permiten, yo les aconsejo que sigan el devenir de los partidos de esta Liga de Naciones y tengan a mano ‘Los nuevos leviatanes’, el citado libro de John Grey. Podrían apreciar el torneo en clave de Liga de Naciones que van camino de la guerra. Y ya les digo, que no es por amargarles la hora de la cena. Pero…