Diego Alonso, ¿despido a la vista?

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
20/10/2023

Ahora que por fin ha llovido en Sevilla, uno se pone melancólico y acude a la ebriedad de los clásicos. Decía Aristóteles que sólo existe una fuerza motriz: el deseo. Esto da que pensar muy existencialmente, sobre todo si uno se deleita en ver cómo cae oblicua y maravillosa –y a ratos enfurecida– la lluvia de estos días. También en el fútbol, miren por dónde, existe una única fuerza motriz: ganar. No el deseo de ganar, como diría el clásico griego, sino ganar. Bueno, ¿y esto a qué demonios viene? A eso voy. Me da por consultar el calendario de la Liga y detecto el próximo parón obligado por los compromisos de la selección. Del 17 al 19 de noviembre no habrá liga. Quiere decirse, por tanto, que el nuevo entrenador del Sevilla FC, Diego Alonso, tendrá de plazo existencial como trabajador asalariado del club hasta la citada fecha. En los últimos años se ha hecho entrañablemente tradicional que el Sevilla eche a los entrenadores aprovechando los espacios en blanco que aparecen, bien que socorridos, en mitad del calendario.

Estoy seguro que Diego Alonso va más allá de la fuerza motriz del deseo, el empeño y las ganas. Desea ganar, eso se da por descontado. Pero sobre todo debe y tiene que ganar. Si no lo hace los resultados, ese empirismo del fútbol, provocarán su fulminante despido. Su ciclo existencial, en mitad del otoño, habrá acabado como hoja caduca que cae lánguida y mortecina a su alcorque. Pero dejemos la bucolía y vayamos a lo práctico.

Imaginemos que el Sevilla pierde con honor, pero pierde, ante el Real de Madrid (exculpado Nacho, claro está). Pensemos que, contra el Arsenal, pese al coraje desplegado, el equipo pierde en casa de nuevo con esa teatralidad dramática que acarrea hacerlo en el último minuto del descuento añadido. Barruntemos que, pese a jugar bien, se empata o se pierde en el hogar del Cádiz. Y que luego el equipo viaja a Vigo para naufragar calamitosamente frente a las Islas Cíes. Y que de vuelta a casa, el domingo 12 de noviembre, el Sevilla va ganando al Betis con inusitada fiesta por dos goles como dos soles hasta que, finalmente, el infortunio le hace registrar otro empate doloroso cual piedra en el riñón. Llegaríamos, por tanto, a la decisión de autos en el día de autos: adiós Diego Alonso. Sería despedido conforme la noble tradición. O sea, en el citado fin de semana de noviembre. Así su sustituto –que pase el siguiente al cadalso– aprovecharía el parón internacional para conocer mejor a sus chicos.

Estas cábalas no pretenden arrojar un cubo de crudo a Diego Alonso, uruguayo y súbdito de la querida Celeste. Pero ha de saber a dónde ha llegado. Sí, ha llegado exactamente a uno de los 30 mejores clubes del mundo, según el ranking estadístico de la IFFHS. El Sevilla FC ocupa el puesto 28 (en 2006-2007 ocupó el número 1). Está por delante de Real Sociedad (el 46), Atlético de Madrid (75) y Betis (97). El vivir sin vivir del Sevilla tiene estas cosas un punto esquizofrénicas. No se disfruta ni se aprecia apenas nada. Todo sea por la sacrosanta autoexigencia. Por eso las siglas del IFFHS se traducen aquí por las IHS de Jesús Nazareno, dado el gusto por el martirologio que ha tomado la entidad y la afición de un tiempo a esta parte.

De momento, a la espera del Real de Madrid (con el protagonismo de Sergio Ramos en vaso doble), uno se queda con esto que dicen que se le ha visto a Diego Alonso. Que el míster pone gran intensidad en los entrenamientos y que, según parece, busca un fútbol más combinativo (¿vuelven, ay, los pases de seguridad?). Veremos. El tiempo será quien imponga su intensidad y no habrá más destino combinativo y combinatorio que el de los resultados. La existencia, por ahora, sólo permite llegar hasta mediados de noviembre. Es la tradición según Nervión, ya saben.


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