Sin defensa
Antonio Félix 15/08/2024 |
En un hermoso homenaje al añorado Paco Martínez Soria, Ramón Rodríguez Monchi agarró hace un par de años por estas fechas su móvil y lanzó una pregunta al sevillismo: "Premio para el que adivine la plaza donde estoy". La cosa andaba ya calentita en aquel equipo, pero el antiguo Zeus de Nervión no podía reprimir su alborozo ante el pelotazo que se aprestaba a dar. Vista con el tiempo, la escena resultaba capital para entender al nuevo Sevilla. Un club vacuo, incapaz de encontrarle espónsor a la camiseta pero que hacía unos vídeos cojonudos. Y un club con una política deportiva esquizofrénica, dirigida por el reverso tenebroso de quien había sido el sumo hacedor de sus glorias, y consentida por unos dirigentes torpes y atribulados tras el petardazo de la venta a los cuatreros americanos.
Como todos ustedes saben, la dichosa plaza en la que estaba Monchi era la Marienplatz de Múnich y el motivo de su frívolo entusiasmo, el fichaje de Tanguy Nianzou, por quien el Sevilla pagó 16 millones y que motivó una escena inaudita y, desde luego, desasosegante: con tanta o más euforia que la del actual 'villano', el Bayern felicitó públicamente al Sevilla por su compra. Hoy, desde luego, todos podemos comprender por qué. Monchi, que unas semanas antes había vendido a Koundé y Diego Carlos, no paró ahí. Poco después trajo a Marcao y, para culminar el sarao, dejó apalabrado a Gattoni. Ese verano, recordarán todos los que no hayan pasado por el psicoterapeuta, se cerró con Isco (la versión perra), Dolberg y Januzaj, culmen de una magna obra que, un curso antes, ya había dejado en estas tierras a portentos de la talla de Augustinsson, Delaney, Montiel y el inconmensurable Rafa Mir.
Borrar toda esta nomenclatura de pesadilla no ha sido tarea fácil, y tal esfuerzo, a juzgar por las encuestas, le ha sido reconocido al director deportivo Víctor Orta. Pero esa tarea resulta aún incompleta y, en suma, sólo representa una de las dos caras de su trabajo, que no consiste sólo en quién se echa, sino a quién se trae. El lunar, en tal sentido, que representan los ínclitos Nianzou y Marcao, dos tipos cuyo exiguo rendimiento y exorbitados contratos hacen casi imposible colocar, destrozan la que, en líneas generales, parece una correcta planificación del Sevilla, con todos los peros que se le puedan poner a ciertas operaciones obligadas por la ruina del club. Porque nadie nos va a convencer de que el gran En-Nesyri valga lo mismo que Enes Ünal.
El caso es que, con no poca habilidad, Orta ha conseguido confeccionar un equipo con generosas posibilidades en ataque, se supone que del gusto de un entrenador con el perfil de García, pero con una terrible fosa abisal en el centro de su defensa que le conduce, indefectiblemente, al sufrimiento. Por no andarnos con rodeos, ir a la batalla con Badé (que ya veremos), Kike Salas, Marcao y Nianzou (Gudelj, para más inri, es el único pivote defensivo del plantel) supone comprar boletos de sobra para el descenso. Así empieza la Liga. Comiencen a temblar.