Barbarie
Antonio Félix 11/09/2024 |
Dos juicios por delante por presuntas agresiones sexuales, tras uno recién evitado al pagarle más de un millón de euros a la denunciante. En cuanto conocí los hechos, las causas, por las que ni el Sevilla ni ningún club fichaba por el momento al tremendo goleador Wisam ben Yedder, le escribí a un amigo de Nervión. Su respuesta no se hizo esperar: "Pues yo me lo traía".
He ahí el aficionado del fútbol, una especie bárbara por antonomasia, bruta, grotesca, tribal. No se engañen: mi amigo es un tipo encantador, estudios superiores, un trabajo de relumbrón, ávido lector, un señor culto, sensato y sensible. Hasta que llega el fútbol o, mejor dicho, el Sevilla. Y la metamorfosis de Kafka se convierte en un relato cómico comparado. Porque, además, mi colega no es ahora un hincha de un equipo de fútbol. Es un hincha desesperado, cualidad que lleva a la condición humana a sus más míseros abismos.
¿Cuántos sevillistas aplaudirían, o al menos disculparían, mañana a Ben Yedder si en sus dos primeros partidos firmará sendos dobletes con los que sacara al equipo del atolladero? ¿Cuántos valencianistas despreciarían a Rafa Mir si llevara ya 10 goles con los que celebrar el liderato en lugar de penar el descenso? Son preguntas a evitar porque nos revelan una naturaleza sórdida y terrible del fútbol, ese bendito invento, como bien dice el tópico, que nos permite hacer la guerra, con toda la bajeza que ésta conlleva, por otros medios.
La brutalidad del hincha asola ahora al Sevilla, una sociedad alanceada desde sus mismas entrañas. Es discutible el modo y motivos, espectacularmente expuestos por mi compañero Chazarri, del acoso a la dirección del club, pero no lo es que desde ese mismo club se hayan dado tantas facilidades para que ocurra. Es difícil equivocarse más y equivocarse por tantos. Por el presidente, el director deportivo y el entrenador, por citar a los más importantes. El inicio de temporada no ha hecho sino confirmar la desolación del panorama. Un club con el oremus perdido, la suerte de espaldas y la hinchada en revuelta: el tiempo de la barbarie. Ahora mismo, la verdad, no se avista mucha solución. La Segunda espera.