El patetismo de Del Nido Benavente

Javier González-Cotta
Javier González-Cotta
10/10/2024

Hubo un tiempo ya remoto en el que uno tenía que explicar a los amigos de fuera cómo era posible que el sevillismo no repudiara a su presidente en vísperas de su ingreso en la trena por probado latrocinio en el muladar de Marbella. Uno, la verdad, tenía que echar mano de lo más docto en sociología comparada para hacer ver al personal que había que distinguir entre el ladrón probado y el presidente que puso en órbita al Sevilla FC con envidiable denuedo y coraje. Sin él la constelación de Eindhoven y todo lo que vendría después no habrían sucedido.

Pero hasta ahí, por favor. Da vergüenza ajena comprobar una y otra vez la poca vergüenza que tiene Del Nido Benavente hacia sí mismo. Suena redundante, de ahí el doble malestar visto todo desde fuera. Uno siente una sensación indecible, de entre la que aflora, en el fondo, la compasión y cierta ternura malsana por el ridículo personaje (la persona se diluyó en la vorágine). Da lástima, más que rechazo o repudio, ver la caída a los abismos de este hombre (existen otros fondos abisales más allá de la cárcel). Hay una veta circense en su patetismo que nos conmueve y nos produce un doloroso malestar. Hubo un tiempo pretérito en que hasta nos hacía gracia su marcial vehemencia (ese célebre “Sí o Sí”). Pero escucharlo hablar ahora en redes sociales o entre canutazos nos causa esa sensación donde la ternura se mezcla extrañamente con la más súbita aversión. Y en estas estamos junta tras junta extraordinaria, de visita en visita a las peñas, episodio tras episodio (el último el de la bronca en el palco el día del derbi).

A uno le importa ya un pimiento que sea máximo accionista o que pida tropecientas medidas cautelares hasta en Estrasburgo si hace falta. Ya dijimos por aquí alguna vez que la pelea entre padre e hijo había superado cualquier rocambolesco guión de una teleserie turca de sobremesa. Esta semana hemos tenido que volver a escuchar sus denuestos contra el hijo maldito, el okupa y el inútil al que la chaqueta le queda grande. Exculpamos a Del Nido Carrasco del epíteto uno (al menos hasta que un juzgado de familia dicte lo contrario). Del ditirambo segundo los jueces no avalan ninguna tesis de okupación en el actual consejo de administración del Sevilla FC. Y del elogio tercero, visto lo visto, es probable que “la chaqueta le venga grande” al vituperado hijo (que Del Nido Benavente use el viejuno símil de la chaqueta es prueba de que el tiempo de este hombre le ha pasado por encima para atropellarlo sin que se haya dado cuenta).

El empeño suicida de Del Nido Benavente en querer ser presidente a toda costa sólo se explica por la enfermiza egolatría, la pamema encubierta que lleva el cargo y la incapacidad para reinventar una nueva vida. Pero lo dicho: su patetismo, en el fondo, nos mueve a la ternura y al amor al prójimo pese a todo.



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